jueves, 27 de junio de 2019

¿Se le mide al chaturanga?

El rincón de Isaías.

¿Y eso qué diablos es? Suena como a vocablo indígena, a un ritmo africano o a brujería. A elixir, a pócima, ungüento o jarabe. Pero no, resulta que es el antepasado de uno de los juegos -hoy deporte- más antiguos y más populares de la humanidad y que es practicado en todo el mundo por grandes y chicos.

Y para no darle más vueltas les cuento que "chaturanga" es un antiguo juego originario de la India, del cual parece provenir el ajedrez tal como se le conoce hoy en día, aunque también se afirma que el llamado juego ciencia tuvo su origen en la China y en Irán.

Desde el siglo V se habla de la existencia del ajedrez. Algunos historiados aseguran que surgió en India. Otras versiones indican que su nacimiento fue en China o en Irán.
Foto tomada de chess.com

Y aunque hay varias historias en torno al nacimiento de este juego, los estudiosos coinciden en que su origen no se le puede atribuir a una sola persona, ya que el ajedrez es demasiado complejo para que una sola mente humana haya podido crear todas sus reglas. Pero de todas las historias sobre su origen, esta puede ser la más fabulosa y tal vez la más famosa.

Cuenta la leyenda que a principios del siglo V de nuestra era vivía en la India un joven monarca, muy poderoso, tirano y arrogante, llamado el rey Shirham, quien vivía aburrido de los juegos de azar de la época y ordenó a su ministro, el sabio Sisa, inventar un juego de ingenio digno de su realeza. Sisa le mostró el ajedrez y aprovechó para darle una lección de humildad al rey, demostrándole la importancia de todas las personas de su reino y conforme le enseñaba las reglas del juego, le hizo ver que era imposible derrotar a los ejércitos enemigos sin el total apoyo de su pueblo.

El rey Shirham, quien comprendió la alegoría, se maravilló del nuevo juego y ofreció la recompensa que su ministro considerase. Se dice que el sabio no solicitó ni oro ni diamantes, lo que inicialmente molestó al rey, si no que pidió una cantidad de trigo distribuido del siguiente modo: un grano por la primera casilla del tablero de ajedrez, dos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por la cuarta y así sucesivamente en ese orden progresivo, hasta cubrir los 64 cuadros.

Al monarca le pareció muy modesta esta extraña petición y ordenó a sus tesoreros que fueran por el trigo. Sin embargo, al hacer los cálculos necesarios se dieron cuenta de la fabulosa cantidad de granos de trigo que debían conseguir, muy superior a todos los tesoros del imperio. El rey no pudo cumplir su compromiso y así se consumaba la segunda lección, esta vez de prudencia y sagacidad.

Imagínense pues que resulta que todo el trigo de la India no era suficiente para recompensar a Sisa, puesto que se necesitaban nada menos que la bobadita de 18.446.744.073.709.551.615 ¿Cuánto? ¿Si es capaz de leer esa cifra? ¿No? Pues aquí se la desgloso: dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince granos de trigo, equivalentes a la suma de la progresión geométrica 2 elevado a 64, menos 1. ¡Qué locura! No había en esa época tal cantidad de trigo y la verdad, no sé si la hay en los actuales tiempos.

Reyes, damas, peones, alfiles, caballos y torres componen las fichas de este popular juego o deporte ciencia.
Foto tomada de wikipedia.org

Llegado el siglo XV, el ajedrez se difundió altamente en Europa, en el siglo XVIII se fundaron los primeros clubes para su práctica, en 1851 se realiza el primer torneo internacional en Londres y luego, debido a la popularidad del juego, se hizo el primer campeonato mundial en 1886 en tres ciudades de Estados Unidos: Nueva York, San Luis y Nueva Orleans, ganado por el austríaco Wilhelm Steinitz, quien se enfrentó al nacionalizado inglés Johannes Zukertort. Para el año 1924 se fundó la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), en París.

Grandes maestros le han dado nombre y prestigio a este juego, que ha tenido a verdaderos virtuosos como el cubano José Raúl Capablanca y Graupera, quien fue campeón mundial de 1921 a 1927 y quien por su genio precoz, fue apodado el Mozart del ajedrez y por su sensación de invencibilidad en su época dorada fue llamado la máquina del ajedrez.

Y qué decir, cuando en el año 1972, todavía en medio de la llamada guerra fría, cuando Estados Unidos y la entonces Rusia se repartían el mundo, se llevó a cabo el denominado Match del siglo, del 11 de julio al 31 de agosto, entre Boris Spassky, ruso, vigente campeón y Robert Fischer, americano, aspirante a la corona mundial.

El ruso Spassky, a la izquierda y el norteamericano Fischer, a la derecha, durante su enfrentamiento por la disputa del campeonato mundial en Islandia. Este fue el denominado "match del siglo".
Foto tomada de chess.com

Reikiavik, capital de Islandia, fue la sede de este encuentro que fue más allá de lo deportivo y tuvo sus implicaciones políticas, en donde el mejor de 24 juegos ganaría el match y acabaría cuando un jugador llegase a 12½ puntos. Si acababa en un empate 12 a 12, el campeón defensor Spassky, retendría el título

La última partida comenzó el 31 de agosto y luego de 40 jugadas quedó aplazada. Al día siguiente, un agobiado Spassky, llamó por teléfono a la sede para anunciar su rendición y perder el torneo 12½ por 8½, dándole el título a Fischer, quien se convertiría -luego de superar todo ese ambiente enrarecido de la confrontación- en el campeón mundial número 11 de este deporte y en el primer estadounidense en la historia en conquistar el título, rompiendo la hegemonía que por 24 años tenían los rusos, en el que es considerado por muchos el duelo más apasionante de la historia del ajedrez.

Este Match trascendió lo deportivo porque se percibió como el enfrentamiento entre el socialismo y el capitalismo, que favoreció a este último; que midieron sus fuerzas y sus egos en un tablero de ajedrez, en medio de una época en donde la guerra fría entre ambas potencias, amenazaba a la paz mundial.

Luego de esto Fischer perdió el título ante el soviético Karpov, por no presentarse a defenderlo después de una serie de exigencias que hizo y no le aceptaron. Años más tarde reconquistó el título y en 2008 murió solo, curiosamente en Reikiavik, abandonado e inmerso en una aureola de fascinación y misterio propia de los genios. Para muchos fue y es el mejor jugador de la historia.

Los rusos han sido grandes dominantes de los campeonatos mundiales durante varias épocas y después de Fischer no fue la excepción y llegó el reinado de Karpov y Kasparov, entre otros, que mandaron por varios años, pero se dice que nunca más hubo un duelo con tanta atención como el famoso Match del siglo.

Solo en febrero de 1996, en Filadelfia, California, se realizó un torneo inusual, que volvió a captar la atención del planeta. El campeón vigente del mundo, Gary Kasparov se enfrentó a Deep Blue, una suúpercomputadora de la IBM a la cual el ruso derrotó por 4 a 2, mostrando con ello la superioridad del hombre sobre la máquina. En 1997, se disputó un segundo match, que fue llamado el más espectacular duelo de ajedrez de la historia, pero esta vez el ruso perdió 3½-2½, ante la súpercomputadora que había sido mejorada desde el anterior encuentro, pero aun así, el recuerdo del Match continuó vigente.

Y así como hace varios siglos la chaturanga se regó por el mundo inspirando a sus simpatizantes, hoy su versión moderna -el ajedrez- se sigue jugando en todas partes, en los parques, en los clubes, en mesas improvisadas, en las escuelas se promueve su práctica y sigue siendo considerado uno de los mejores juegos para desarrollar la inteligencia, la concentración, la paciencia, el respeto y la estrategia, entre otras virtudes.

Reyes, damas, alfiles, caballos, torres y peones, unos blancos y otros negros, 32 piezas en total, 16 por bando, repartidas en 64 cuadros blancos y negros, cumplen su rol en el ajedrez en una emocionante batalla para definir al ganador, al perdedor o el empate.

Pero curiosamente, parodiando lo que es la vida misma, luego de librar esas fieras contiendas, pasa como dice un proverbio italiano: “Una vez terminado el juego, el Rey y el Peón vuelven a la misma caja”.

No es más por hoy. Ahí les quedo…

Isaías.


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